Corporación Tierra Viva
Su sonrisa escondida en un rostro tímido y sus expresivos abrazos a los 7 años hacen pensar que en Juan Camilo hay algo especial. Y si bien cada niño y cada niña tiene su ángel, el de Juan Camilo puede llegar a sorprender.
Su sonrisa escondida en un rostro tímido y sus expresivos abrazos a los 7 años hacen pensar que en Juan Camilo hay algo especial. Y si bien cada niño y cada niña tiene su ángel, el de Juan Camilo puede llegar a sorprender.
Elodia llegó a Bogotá en su adolescencia con el propósito de terminar su bachillerato y darle calidad de vida a su hijo y a la bebé que crecía en su vientre. Como si se tratara del sueño americano, ella confiaba en que la capital los recibiría con los brazos abiertos. Lo que no contemplaba era encontrar aquí el escenario de violencia que no vivió en el Chocó. En las márgenes de Soacha y Bogotá, donde la delincuencia, el conflicto armado y el expendio de drogas no daban tregua, mientras Elodia pasaba angustias con el temor de que sus hijos crecieran en un entorno tan sórdido. “Mi hija nació con las manos empuñadas de toda la angustia y la carga que yo tenía”, cuenta.
Elodia llegó a Bogotá en su adolescencia con el propósito de terminar su bachillerato y darle calidad de vida a su hijo y a la bebé que crecía en su vientre. Como si se tratara del sueño americano, ella confiaba en que la capital los recibiría con los brazos abiertos. Lo que no contemplaba era encontrar aquí el escenario de violencia que no vivió en el Chocó. En las márgenes de Soacha y Bogotá, donde la delincuencia, el conflicto armado y el expendio de drogas no daban tregua, mientras Elodia pasaba angustias con el temor de que sus hijos crecieran en un entorno tan sórdido. “Mi hija nació con las manos empuñadas de toda la angustia y la carga que yo tenía”, cuenta.
Su sonrisa escondida en un rostro tímido y sus expresivos abrazos a los 7 años hacen pensar que en Juan Camilo hay algo especial. Y si bien cada niño y cada niña tiene su ángel, el de Juan Camilo puede llegar a sorprender.
Maribel regresó a la ludoteca de Tierra Viva después de 15 años. Tenía solo 8 cuando representó a la princesa de “Jacobo está perdido en la ciudad”, una obra en la que un grupo de animales salvajes, representados por los niños y niñas, relata cómo fue su llegada a la ciudad, cómo fueron señalados e incomprendidos y cómo finalmente llegaron a ser aceptados. Esta obra selló uno de los cursos de teatro de la Corporación en los que niños y niñas disfrutaron los ensayos de sus personajes, el vestuario colorido y brillante, los sombreros, las varitas mágicas y las carcajadas con sus amigos y amigas.
Con tierra en las rodillas, su camiseta impregnada del sol y sus tenis, Brandon Lavacude llega sonriente de su entrenamiento de fútbol, a contarnos su historia. A sus 17 años, vive con su hermana menor, su madre y su abuelo, en Altos de Cazucá, el lugar donde nació, ubicado en las márgenes de Bogotá: a varios kilómetros de distancia del agua potable y de una atención básica en salud.