- Narración historia de Juan Camilo
Su sonrisa escondida en un rostro tímido y sus expresivos abrazos a los 7 años hacen pensar que en Juan Camilo hay algo especial. Y si bien cada niño y cada niña tiene su ángel, el de Juan Camilo puede llegar a sorprender.
Hijo muy amado de Lady Carolina, una mujer de Tota, Boyacá, quien llegó a las márgenes de Bogotá hace 8 años con su esposo, su hija mayor y un gran sueño: tener vivienda propia.
Lady Carolina cuenta que fue difícil adaptarse a la vida en Altos de Cazucá, y especialmente por el temor de dejar a sus hijos solos mientras ella y su esposo iban a trabajar. Con gran preocupación por lo que pudiera pasar, no encontraban otra solución que dejar a sus dos hijos bajo llave.
Cuando Lady Carolina supo de la ludoteca de la Corporación Tierra Viva, un lugar donde los niños podían recibir clases de arte, leer, jugar y permanecer protegidos, fue a mirar si era una opción para que sus niños pasarán allí el tiempo que ellos no podían cuidarlos, y encontró allí un lugar seguro, donde los niños y las niñas reciben cuidado, atención y enseñanzas de parte de los adultos que están al frente de la ludoteca.
Juan Camilo y su hermana cada vez le pedían que los dejara ir más tiempo. “Aquí ellos están muy bien. Les ayudan con las tareas del colegio, aprenden manualidades, hacen nuevos amigos, juegan, quieren a sus profesoras y permanecen protegidos”, dice Lady Carolina.
En la ludoteca, Juan Camilo ha sorprendido por su capacidad de soñar. Mientras la realidad le muestra escasez, él confía con devoción en lo que anhela. Y esa confianza, su capacidad de soñar y tal vez algo de ángel hacen especiales sus historias, como la que ocurrió cuando perdió su juguete favorito, un carro a control remoto color rojo, con el que jugaba día y noche.
De repente un día, un camión de verdad pasó frente a su casa y tuvo la osadía de andar por encima de su carrito. La escena fue indescriptible. De él solo quedaron las ruedas. Juan Camilo quedó desconsolado. Y su mamá ni hablar. Pasaban los días y el niño sólo hablaba del carrito. Lady Carolina, con un nudo en la garganta, no se lo podía comprar. Pocos meses después, lo inscribió para ir a la fiesta de navidad que organizó Tierra Viva con la empresa SISO Industrias.
Los niños y las niñas escribieron cartas a Papá Noel, que fueron distribuidas entre los funcionarios y amigos de esta empresa, quienes escogieron participar para hacer realidad los deseos de los niños en diciembre. Juan Camilo dibujó un robot y un carrito de control remoto.
El día de la entrega de regalos, los alrededor de cien niños que habían escrito sus cartas a Papá Noel en la ludoteca llegaron a la fecha esperada. Alborozados de asombro, Juan Camilo y su mamá encontraron envuelto en el papel regalo un carro igual al que había perdido.
El niño y su madre no pudieron contener las lágrimas de alegría y contaron a todos lo que, para ellos dos, era lo más parecido a un milagro.
Redacción: María Ofelia Trejos / Edición: Astrid Villega